Cuando el duelo se hace difícil de superar

El Duelo es una experiencia dolorosa que experimentaremos inexorablemente todas las personas al menos una vez en la vida.  

Su carácter universal explica la presencia de rituales de despedida en todas las culturas y civilizaciones del planeta. Dichas ceremonias fúnebres sirven de rito de paso del difunto de la vida a la muerte, pero sobre todo ayudan a los deudos a ir tomando consciencia de la pérdida del ser amado, asimilando los acontecimientos e integrando poco a poco esa nueva realidad en sus vidas.

Frente a la muerte de un ser querido solemos tener pensamientos de increduleidad, desconcierto, confusión, preocupación, etc. Además, son muchos los sentimientos que podemos experimentar; desde la tristeza, el enfado, la culpa y la impotencia hasta el bloqueo, la insensibilidad o incluso el alivio. Asimismo, son habituales ciertas conductas como soñar con el difunto, evitar recordarlo, suspirar, llorar, atesorar sus objetos, buscarlo y llamarlo en voz alta, etc. También podemos apreciar algunas sensaciones físicas como opresión en el pecho y garganta, hipersensibilidad al ruido, debilidad muscular, falta de energía, sequedad bucal, etc.

Debemos aprender a vivir sin la persona amada, lo cual implica un proceso de aceptación y "reacomodación emocional" que se prolongará en el tiempo durante al menos seis meses o incluso de un año. Dicho proceso implica la sucesión de las siguientes etapas:

Negación: Increduleidad, búsqueda de argumentos que refuten la evidencia.

Ira: Con Dios, con el difunto, con el entorno, con uno mismo.

Negociación: Hacer promesas e intentar pactar con Dios o con el enfermo (en el caso de duelo anticipado) para conseguir que el ser querido se recupere.  

Depresión: Aceptar la pérdida y experimentar la tristeza y la sensación de vacío que ello implica.

Superación: Integrar el recuerdo del fallecido en nuestra vida para poder seguir adelante con ella.

No obstante Kübler-Ross afirmó que estas etapas no necesariamente suceden en el orden descrito arriba, ni son todas experimentadas por todas las personas, aunque aseguró que una persona al menos sufrirá dos de estas etapas. Además, en algunos casos se pueden atravesar varias de estas etapas pasando entre dos o más de ellas y volviendo a hacerlo una o varias veces antes de finalizar.

Ahora bien, ¿en qué casos estamos hablando de un duelo patológico?

Algunos autores establecen como factor diferenciador entre duelo normal y duelo patológico una duración del proceso de duelo mayor a un año y medio. Sin embargo, donde realmente encontramos una diferencia significativa es en el grado de alteración que supone la pérdida en la vida normal del sujeto.

Algunos de los síntomas que suelen presentarse en el duelo patológico a diferencia del duelo normal son los siguientes:

- Recuerdos o fantasías intensas relacionadas con la pérdida.
- Períodos de intensas emociones relacionadas con la pérdida.
- Anhelo y deseo intenso de que el fallecido esté presente.
- Sentimientos de soledad o vacío.
- Permanencia o evitación excesiva de lugares, actividades y personas que recuerdan al fallecido.
- Trastorno significativo del apetito y del sueño.
- Pérdida de interés a nivel social, laboral e incluso familiar.

Debemos saber que existen factores de riesgo que pueden facilitar la aparición de un duelo patológico. Son factores predisponentes mas no determinantes.

- Relación muy estrecha o emocionalmente dependiente con el fallecido.
- Ansiedad por separación durante la infancia.
- Experiencias infantiles traumáticas (abusos o abandono).
- Aislamiento social.
- Cuidado del fallecido hasta su muerte.
- Muerte repentina o violenta, suicidio.
- Bajos ingresos.
- Actitudes pesimistas y depresiones.

En conclusión, frente a un duelo debemos saber esperar a que la persona vaya elaborando por sí misma la pérdida. Sin embargo, si el duelo se alarga en el tiempo, y observamos síntomas de un duelo patológico, será necesario recurrir a ayuda profesional. No obstante, ya sea en el caso de un duelo normal o de un duelo patológico siempre será de vital importancia el acompañamiento emocional que puede proporcionar el entorno más próximo. 

Algunas recomendaciones para el acompañamiento son las siguientes:

- No relativizar el dolor del otro ("Todo pasará", "La vida continúa", etc.). 
- Acompañar con la escucha, reconociendo el desconsuelo del otro y la propia impotencia.
- Darle al otro espacio y tiempo para expresar sus emociones y necesidades.
- Ofrecerle apoyo práctico pero dejarle decidir.
- Ser paciente y no esperar su gratitud.


Referencias:
Gelitz, Christiane. "Duelo" Mente y Cerebro. Nº58, (Enero-Febrero 2013).
Kübler-Ross, Elisabeth (2006): "Sobre el duelo y el dolor: cómo encontrarle el sentido al duelo a través de sus cinco etapas". Barcelona: Luciérnaga.