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Acoso Escolar

El Acoso Escolar o Bullying es cualquier forma de maltrato físico o psicológico producido entre iguales tanto dentro como fuera del aula. Hablamos de Bullying cuando el acoso se produce de forma deliberada y repetida, es decir, no se trata de un hecho puntual. Las manifestaciones del acoso pueden ir desde insultos o mofas de tipo verbal hasta graves agresiones físicas. Tanto si las agresiones son físicas como si son verbales, suelen tener un importante efecto en la autoestima de la víctima; afectándola tanto en su rendimiento académico como en la forma de relacionarse con los demás. 

Los tres perfiles implicados en este tipo de violencia escolar son: el agresor, la víctima y los testigos.

El Agresor 
-Busca el reconocimiento del grupo a través de la humillación de la víctima.
-Necesita autoafirmarse como "el más fuerte" frente a los demás, en la mayoría de los casos porque presenta una baja autoestima y pocas experiencias de éxito personal que le permitan tener un buen autoconcepto de sí mismo.
-Es probable que cuente con pocos referentes adultos que lo guíen y estén pendientes de su desarrollo.
-Suele carecer de habilidades sociales para relacionarse y comunicarse de forma asertiva con los demás.
-Suele carecer de capacidad de autocontrol.
-Es probable que haya tenido modelos de violencia en el entorno familiar de manera que percibe la misma como una forma "normal" de relacionarse y satisfacer sus necesidades.

La Víctima
-Suele carecer de un grupo establecido de amigos en quiénes confiar y apoyarse.
-Es probable que carezca de un canal de comunicación seguro y de confianza con algún adulto de su entorno sociofamiliar.
-Es probable que presente alguna particularidad a nivel físico o alguna dificultad a nivel funcional que viva con cierto complejo y, erróneamente, la haga creerse merecedora del rechazo de los demás.
-Es probable que presente una baja autoestima y poca seguridad en sí mismo/a, las cuáles manifiesta a través de una conducta tímida y cohibida que la convierten en un blanco fácil de mofas y abusos.

Los Testigos (que callan)
-Suelen carecer de habilidades sociales para relacionarse y comunicarse de forma asertiva con los demás.
-Es probable que cuenten con pocos referentes adultos que los guíen y estén pendientes de su desarrollo.
-Suelen necesitar también autoafirmarse debido a una baja autoestima y confianza en sus propias capacidades/habilidades. Para ello, se refugian bajo la figura de un líder con la idea que el estar a su lado los hace igual de "fuertes".
-Suelen tener miedo, de manera que se protegen de no ser víctimas también apoyando al agresor.
-Es probable que carezcan de un canal de comunicación seguro y de confianza con algún adulto de su entorno sociofamiliar.

Los Testigos (que denuncian)
-Suelen contar con buenos referentes adultos que los guían y están pendientes de lo que sucede en los entornos donde se desarrollan.
-Suelen saber qué es el acoso escolar y son capaces de detectar los tipos de agresiones que implican.
-Suelen contar con una red de amigos importante en quiénes confiar y apoyarse.
-Suelen tener buenas habilidades sociales, una buena autoestima y confianza en sus capacidades/habilidades.
-Suelen contar con un canal de comunicación seguro y de confianza con algún adulto de su entorno sociofamiliar.

Estos son algunos de los perfiles habituales. No obstante, no necesariamente se cumplen en todos los casos. Por ejemplo, podemos encontrar víctimas que antes del acoso eran niños/adolescentes seguros de sí mismos, alegres y con una buena autoestima pero que frente a agresiones repetidas y continuadas y terribles amenazas se ven paralizados ante el miedo de tal forma que no son capaces de reaccionar ante el acoso ni tan siquiera atreviéndose a contárselo a alguien.

En este sentido, debemos tener en cuenta que el agresor/a persevera en el acoso cuando percibe en la víctima precisamente esa dificultad para hacer frente a la situación y aumenta la vulnerabilidad del agredido/a aislándolo/a del grupo de forma que cada vez le sea más difícil contar con apoyos para enfrentarse a él/ella. 

Señales de Alerta en las Víctimas
-Una vez iniciadas las diferentes formas de acoso el/la agredido/a tiende a comportarse con un "perfil bajo", de manera que evita relacionarse con los otros niños/adolescentes aumentando así su aislamiento.

-A causa de la alteración emocional que implica ser víctima de acoso escolar, suele disminuir significativamente la capacidad de atención en clase, la motivación y en general el rendimiento académico.

-Suele presentar negativas constantes para participar de las actividades extracurriculares de la escuela e incluso para asistir a la misma.

-Se ve seriamente afectada la autoestima y la confianza en las propias capacidades para cambiar aquellas cosas del propio entorno que no nos satisfacen o no nos hacen bien (Ver artículo sobre Indefensión Aprendida). Por tanto se muestra espantadizo/a y en estado de alerta constante.

-El estado anímico habitual suele ser de apatía y tristeza.

¿Cómo prevenir el Acoso Escolar?
-Hacer visibles las conductas que acompañan el acoso escolar: insultos, humillaciones, agresiones físicas... Hablar con los niños/adolescentes abiertamente de las mismas y de las consecuencias que tienen en las víctimas.

-Fomentar en los niños/adolescentes de habilidades comunicativas para poder expresar sus deseos y preferencias, pero también sus discrepancias o negativas de una forma asertiva; es decir, siendo capaces de defender su punto de vista sin mostrar agresividad cuando lo hace.

-Crear tanto en casa como en la escuela canales de comunicación a los cuales los niños y adolescentes puedan acudir con plena confianza y seguridad de que serán escuchados, comprendidos y apoyados.

-Fomentar en la escuela la vinculación emocional no sólo entre compañeros de la misma clase si no también entre clases de distintos niveles. 

En algunas escuelas de Cataluña se han iniciado con éxito proyectos de prevención del acoso escolar basados en fomentar la cooperación y la convivencia entre los alumnos. Un buen ejemplo es la iniciativa de que niños de niveles superiores "apadrinen" a niños más pequeños, de manera que cada niño cuente con un espacio y un compañero referente para poder hablar, pedir consejos y compartir, si fuese el caso, alguna mala experiencia. Los jóvenes padrinos cuentan a su vez con un maestro de referencia que irá haciendo el seguimiento de la relación entre ambos, guiará las ayudas y consejos que el padrino puede dar a su apadrinado y estará pendiente ante el mínimo signo de alerta, que a través de la información que le da el padrino, se pueda detectar de abuso.

Este sistema de autoregulación no sólo sirve por tanto, para detectar y prevenir posibles situaciones de abuso, sino para fomentar en los niños y adolescentes un espíritu de cooperación y ayuda mútua de manera que ante la mínima señal de abuso todos se sientan implicados y responsables de denunciar, evitando así que se repita cualquier forma de agresión entre iguales tanto dentro como fuera del entorno escolar.

Es importante destacar que, detectado un caso de abuso, la intervención de maestros y familias tiene que ir en tres sentidos:
-Apoyar a la víctima y proporcionarle el soporte emocional necesario para prevenir secuelas psicológicas derivadas del abuso.

-Proporcionar apoyo psicológico al agresor/a de manera que se traten las conductas agresivas y las problemáticas subyacentes que las originan. 

-Dar explicaciones al grupo-clase de los acontecimientos, reforzando positivamente la valentía de los que se han atrevido a denunciar y haciendo visibles las agresiones. No obstante, debemos tener claro que al censurar las agresiones hay que evitar estigmatizar al agresor/a ya que no debemos olvidar que se trata también de un/a menor, que necesita orientación y apoyo sociofamiliar urgente si se quiere prevenir la perpetuación de este tipo de conductas.

El siguiente vídeo musical está siendo utilizado en muchas escuelas para sensibilizar a los alumnos sobre la importancia de denunciar el abuso y ser capaces de empatizar con el sufrimiento del agredido/a. ¡Una manera clara, directa y pegadiza de animar a niños y jóvenes a no tener miedo!


Se Buscan Valientes - Langui



Si crees que tú mismo o alguien cercano a ti presenta un perfil similar al aquí descrito, no dudes en consultar con un profesional. Una evaluación individualizada permitirá establecer la intervención más apropiada para iniciar el proceso de recuperación.




Trastonos del Sueño en la Infancia

Hasta hace poco se consideraba que los trastornos del sueño eran un problema que sólo afectaba a la población adulta. Sin embargo, se ha comprobado que la mayoría de las veces éstos tienen su origen en la infancia. Por lo tanto, hoy en día se reconoce la importancia de la intervención temprana en estos trastornos con el objetivo de prevenir que se produzcan alteraciones crónicas del sueño y para reducir las posibles alteraciones a nivel social y académico que suelen generar. 

Ahora bien, ¿qué son los Trastornos del Sueño?

Hablamos de Trastornos del Sueño frente a todo tipo de alteraciones de tipo cualitativo (en la calidad del descanso) y cuantitativo (en la cantidad de horas de descanso) del sueño. En este sentido encontraremos alteraciones en la conciliación y duración del sueño, así como ciertos comportamientos anormales durante el mismo.

Antes de profundizar en los trastornos del sueño es necesario conocer algunas características del sueño tales como que:

  • El patrón del sueño no es uniforme.
  • El sueño tiene varias fases diferenciadas que van desde el adormecimiento(Fase 1) al sueño profundo(Fase 4).
  • Una de las fases es la llamada Fase REM (Movimientos Oculares Rápidos) en la que se produce una alta actividad eléctrica del cerebro y tiene una importante función madurativa en los infantes.
  • Los sueños suelen presentarse durante la Fase 3 y la Fase REM.
  • Los terrores nocturnos, somnambulismo, somniloquias y otras parasomnias suelen darse durante las fases de mayor profundidad del sueño (Fases 3 y 4).


Es importante saber que el sueño se da a través de ciclos que empiezan, acaban y vuelven a empezar para poder comprender el comportamiento de nuestros hijos relacionados con el hábito de dormir, especialmente durante los primeros años de vida.

El Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-IV) establece la siguiente clasificación para los Trastornos del Sueño:

A-Trastornos primarios del sueño: Disomnias y Parasomnias
B-Trastornos del sueño debido a una enfermedad médica
C-Trastornos del sueño relacionados con un trastorno mental


Las parasomnias son los trastornos del sueño más habituales en los infantes, de manera que a continuación explicaremos brevemente las más comunes. Luego, estableceremos las diferencias claves entre Pesadillas y Terrores Nocturnos, dos de las parasomnias que más preocupan a las familias.

Pesadillas: ensueño que puede causar un fuerte impacto emocional durante el sueño, comunmente asociado a situaciones que nos generan miedo, rechazo, malestar, confusión o preocupación.

Terrores nocturnos: ensonación que genera un respuesta física significativa (movimientos y verbalizaciones) durante un sueño especialmente profundo y cuyo contenido rara vez es posible recordar.

Sonambulismo: comportamientos anormales durante el sueño tales como hablar, levantarse o caminar dormidos sin que el individuo sea capaz de recordar ninguno de estos actos al despertar.

Bruxismo: hábito involuntario de apretar o rechinar los dientes sin propósito alguno durante el sueño.

Somniloquia: o hablar dormido durante el sueño. Desde emitir leves sonidos o palabras inconexas hasta elaborar largas frases con total coherencia gramatical.

Jactatio capitis nocturna: movimientos estereotipados de la cabeza o el cuerpo inconscientes durante el sueño.
Siempre que no haya una frecuencia significativa y que el contenido no se repita y prolongue en el tiempo, tanto las pesadillas como los terrores nocturnos, no deberían ser un factor de preocupación para las familias dado que acostumbran remitir de manera natural a medida que el niño va creciendo. 

Si bien no podemos evitar que aparezcan algunas parasomnias o pequeñas alteraciones del sueño durante la infancia, es importante estar atentos a la frecuencia y al contenido para ser capaces de discriminar cuando podrían ser preocupantes al punto de necesitar la intervención de un profesional. No obstante, en todos los casos es importante facilitar al máximo posible el descanso de los infantes. 

¿Cómo podemos ayudar a nuestros niños a descansar mejor?

  • Establecer rutinas y horarios para las actividades en casa (hacer deberes, cenar, cepillarse los dientes, dormir). Es decir, definir de qué manera y en qué orden hacer cada cosa.
  • Evitar las actividades y alimentos excitantes antes de ir a dormir. 
  • Crear un ambiente más tranquilo y relajado en casa a la hora de ir a dormir.
  • Evitar el acceso a elementos distractores en la habitación.
  • Acompañar, si es necesario, al niño/a durante unos minutos ayudándolo a relajarse, de manera que experimente el momento de ir a la cama como una situación agradable y placentera.
  • Favorecer la comunicación y expresión emocional en casa también ayudará al niño/a a deshacerse de los pequeños miedos, dudas o preocupaciones que podrían estar perturbándolo y que suelen manifestarse a través de algunas pesadillas.

Si crees que tú mismo o alguien cercano a ti presenta un perfil similar al aquí descrito, no dudes en consultar con un profesional. Una evaluación individualizada permitirá establecer la intervención más apropiada para iniciar el proceso de recuperación.

Trastorno del Procesamiento Sensorial

La integración sensorial es la capacidad del sistema nervioso para interpretar la información percibida por los sentidos y generar respuestas inmediatas y acordes a los estímulos recibidos. De esta manera, cuando existe un Trastorno del Procesamiento Sensorial (TPS) el niño tendrá dificultades para identificar e integrar los estímulos auditivos, visuales, táctiles, gustativos, olfativos, propioceptivos y vestibulares recibidos, lo cual condicionará también su conducta y en muchos casos limitará su interacción con el medio que lo rodea.

La teoría de la integración sensorial la describe la misma como un proceso neurológico que organiza e integra la información sensorial recibida tanto a nivel interno (a partir de nuestro propio cuerpo) como a nivel externo (a partir de los sentidos. Esta teoría fue desarrollada en la década de los 60 por la terapeuta ocupacional Anna Jean Ayres, y está basada en la idea de que las habilidades perceptivas y motoras del niño se relacionan directamente con el comportamiento del mismo. Ayres, a través de la observación de niños que presentaban alteraciones en su desarrollo, aprendizaje e incluso en el área emocional establece que “cuantas más experiencias sensoriales de calidad tengo o recibo de mi entorno y de mi cuerpo, más aprendo de estos y por tanto mejor me relaciono con ambos; cuantas menos experiencias o más negativas tengo o recibo, menos conozco de mi cuerpo y entorno, y por tanto más dificultades tengo para interrelacionarse con los mismos”.

El TPS suele afectar a niños con TEA (Trastorno del Espectro Autista) y TGD (Trastorno Generalizado del Desarrollo) a nivel de alteración de la capacidad de modulación sensorial, de la discriminación sensorial y presencia de dispraxia.

La disfunción de la modulación sensorial es la incapacidad para regular las respuestas a la estimulación cotidiana (sonidos, texturas, gustos…). Los estímulos son recibidos por el niño con muy alta (hipersensibilidad) o muy baja intensidad (hiposensibilidad), lo cual provoca en el primer caso un rechazo a determinados estímulos que se perciben como amenazantes y, en el segundo, una búsqueda y necesidad de estímulos más intensos.

La disfunción de la discriminación sensorial es la dificultad para diferenciar la información sensorial recibida, de manera que el niño no siempre comprende las experiencias sensoriales que a percibe a través de los sentidos.

La dispraxia hace referencia a la dificultad para planificar y ejecutar actos motores, sin que exista un trastorno neurológico que la explique. Los niños con TEA suelen presentar grandes dificultades a nivel de psicomotridad fina y gruesa.

La detección e intervención del TPS supone grandes progresos para el infante que se traducen en adquisición de aprendizajes, aumento de la autonomía personal y reducción de la ansiedad -y por tanto de los conflictos y problemas de conducta asociados.

¿Cuáles son las características que suelen presentar los niños con un Trastorno del Procesamiento Sensorial?
 De 0 a 36 meses:
-Alteraciones en la alimentación o el sueño.
-Incomodidad con la ropa: se muestra irritable cuando lo visten.
-Poco interés por jugar con juguetes.
-Resistencia a ser llevado en brazos: curva la espalda cuando lo alzan.
-Torpeza y lentitud motriz.

De 3 a 5 años:
-Gran sensibilidad al tacto, ruidos, olores u otras sensaciones.
-Poca capacidad de atención y concentración: se distrae con facilidad.
-Excesiva actividad motora: tiene dificultades para permanecer quieto durante un corto periodo de tiempo.
-En ocasiones se muestra irritable, agresivo.
-Alteraciones en la alimentación y el sueño.
-Dificultad para consolidar metas de autonomía personal acordes a su edad (vestirse solo, controlar esfínteres, cepillarse los dientes, etc.).
-Dificultad para relacionarse con los demás.
-Deficientes habilidades motoras y baja tonicidad corporal.
-Resistencia al cambio de actividades, rutinas, personas.

De 5 a 12 años:
-Gran sensibilidad al tacto, ruidos, olores u otras sensaciones.
-Poca capacidad de atención y concentración: se distrae con facilidad.
-Excesiva actividad motora: tiene dificultades para permanecer quieto durante un corto periodo de tiempo.
-En ocasiones se muestra irritable, agresivo.
-Se muestra angustiado ante una sobrecarga de estímulos.
-Deficiente habilidad en la motricidad fina, lo cual le dificultad aprender a escribir.
-Dificultad para hacer amigos.
-Insensibilidad al propio dolor y al de los demás.

Adolescencia y Adultez:
-Gran sensibilidad al tacto, ruidos, olores u otras sensaciones y al contacto con otras personas.
-Baja autoestima e inseguridad a la hora de iniciar nuevas actividades y relaciones sociales.
-Lentitud y torpeza motriz.
-Impulsividad y baja capacidad atencional.

Como ya hemos dicho antes, podemos clasificar a los individuos que presentan TPS en dos grandes grupos: los hipersensibles y los hiposensibles. No obstante, es posible encontrar variaciones en cada modalidad sensorial; de forma que un niño puede ser, por ejemplo, hipersensible a los estímulos auditivos mientras que es hiposensible a los táctiles.

Los hipersensibles: es decir, cuando una mínima estimulación basta para ser cargante y atemorizante para el niño.

Hipersensibilidad táctil: el niño evitará el contacto con ciertos objetos, sentirá rechazo por determinadas texturas. Evitará el uso de las manos y la boca para explorar. En ocasiones caminará de puntillas para evitar el contacto de los pies descalzos con la superficie que pisa. Presentará una reacción de cosquilleo exagerada cuando es tocado y cierta irritabilidad en las rutinas del baño, del vestido o ante el contacto físico con otras personas.

Hipersensibilidad gustativa y olfativa: el niño se muestra muy sensible a las diferentes texturas y temperaturas de la comida, de manera que rechaza probar nuevos alimentos, sobre todo sólidos. Muestra reacciones a los diferentes olores del ambiente.

Hipersensibilidad visual: el niño se sobreexcita ante una sobrecarga estímulos visuales, evita la mirada y muestra parpadeo constante. Se muestra muy sensible al sol o a la luz brillante.

Hipersensibilidad auditiva: el niño se muestra muy sensible a los estímulos auditivos intensos, llegando a taparse los oídos con las manos o a hacer voces y ruidos para dejar de oírlos.

Hipersensibilidad vestibular: el niño se muestra reacio a los movimientos fuertes o inesperados. Le generan cierta ansiedad, se siente inseguro cuando nota que pierde el equilibrio. Prefiere el contacto con el suelo, no le gusta subir, deslizarse o girar. Se marea con facilidad.

Los hiposensibles: es decir, cuando se requiere de estímulos de gran intensidad para que lleguen a ser percibidos y generen una reacción en el niño.

Hiposensibilidad táctil: el niño se mostrará insensible al dolor, la temperatura y las sensaciones al contacto con los objetos. Busca estimulaciones intensas, llevándose constantemente los objetos a la boca, masticando objetos no comestibles, chocándose contra los muebles o paredes.

Hiposensibilidad gustativa y olfativa: el niño no muestra reacción ante olores llamativamente desagradables. Le gusta lamer o probar objetos no comestibles. Se siente atraído por olores y sabores intensos como el amargo como el picante.

Hiposensibilidad visual: el niño presenta deficiente coordinación óculo-manual, aunque es capaz de ver necesita tocar para percibir los objetos. Pasa de largo ante señales visuales de objetos o personas del ambiente.

Hiposensibilidad auditiva: el niño presenta dificultades para seguir instrucciones verbales, prefiere los sonidos en volume alto, no se orienta siguiendo ciertos sonidos  ni responde a los mismos.

Hiposensibilidad vestibular: le gustan los movimientos y giros rápidos. No muestra miedo o inseguridad ante la pérdida del equilibrio o sensación de caída libre. Busca experiencias motrices intensas.

Alteraciones a nivel propioceptivo: el niño se muestra tenso, rígido, poco coordinado motrizmente. Evita actividades que requieran esfuerzo y coordinación motora. Suele tropezar, caer, ser poco hábil en sus movimientos.

¿Qué hacer para favorecer la capacidad de procesamiento sensorial del infante?
La figura del terapeuta ocupacional es la más idónea para dar respuesta de manera integral a las necesidades de los niños con TPS. A través de un tratamiento sensorial integrativo el terapeuta facilitará experiencias de tipo motriz, táctil, visual, auditivas y gustativas, trabajará en coordinación con la familia, maestros y otros profesionales relacionados con el niño con el objetivo de mejorar las habilidades motoras, el autocontrol, la conciencia del propio cuerpo, la autonomía personal, la seguridad y autoestima y las habilidades sociales.

Con el siguiente vídeo podremos hacernos una idea de la sobrecarga sensorial que en muchos casos implican las dificultades de procesamiento sensorial. Si bien la animación dibuja una realidad extrema y significativamente más intensa de la habitual, es cierto que en ocasiones, por breves periodos de tiempo, realmente los individuos con TPS llegan a experimentar estás sensaciones de agobio, confusión y ansiedad al verse rodeados de estímulos que no comprenden o que reciben como demasiado intensos o inquietantes.

Sobrecarga Sensorial

Si su hijo encaja con el perfil antes descrito consultar con un profesional para que éste realice la evaluación y diagnóstico correspondientes y determine el tipo de intervención más adecuado.

Referencias:
Ayres, J. (2006). La integración sensorial y el niño. Sevilla: Editorial Trillas.

Beaudry, I. Un trastorno en el procesamiento sensorial es frecuentemente la causa de problemas de aprendizaje, conducta y coordinación motriz en los niños. Boletín pediátrico. 2006; 46: 200-203.

Conferencia de Daniel Comín Los desórdenes sensoriales en la alimentación de las personas con TEA alimentación de las personas con TEA en 3ª Jornada Formativa sobre Desórdenes Sensoriales en los Trastornos del Espectro del Autismo.

 

¿Cómo fomentar la autoestima de nuestros hijos?

La Autoestima es la valoración que hacemos de nosotros mismos. Es decir, a partir del autoconcepto que tenemos de quiénes somos nos sentiremos más o menos satisfechos con nosotros mismos. 

En la conformación de la autoestima, influyen factores personales (la imagen corporal, las habilidades físicas, intelectuales, artísticas y sociales), factores interpersonales (el concepto que percibimos tienen de nosotros nuestros padres, hermanos, maestros, amigos, etc.) y factores sociales (los valores culturales y creencias presentes en la sociedad en la que crecemos).

De esta manera, según los estándares del medio en el que nos desarrollamos, nuestras experiencias interpersonales y nuestra autopercepción y nivel de autoexigencia desarrollaremos una baja o alta autoestima, la cual condicionará a su vez nuestra  manera de comportarnos y relacionarnos con nuestro entorno.

La autoestima, se empieza a forjar en las primeras etapas del desarrollo, dependiendo directamente de la vinculación emocional con  los padres y adultos referentes. En este sentido, para garantizar un desarrollo integral, los niños deberán ser atendidos no sólo a nivel fisiológico sino también emocional. No obstante, no es sino a partir de los 5-6 años cuando se empieza a formar un concepto de cómo nos ven los demás (padres, maestros, compañeros...).

Cuando un niño tiene buena autoestima se ve a sí mismo valioso y capaz. De esta  manera, se relaciona y comunica con seguridad con los demás, disfruta de las experiencias sociales, no se siente mal al no saber algo y tener que pedir ayuda y asume los aprendizajes y responsabilidades con buena disposición y agrado. Un niño con baja autoestima, en cambio, no se siente seguro de sí mismo, lo cual hace que se muestre tímido, desmotivado y en ocasiones agresivo o desafiante. Dichas conductas aumentan aún más la distancia con los demás y las valoraciones negativas de los otros hacia él, de manera que su autoestima queda aún más resentida.

El siguiente cuadro muestra de forma muy clara cuáles suelen ser las conductas asociadas a una alta/baja autoestima.



Ahora bien, ¿qué podemos hacer para fortalecer la autoestima de nuestros hijos?

-Evitar hacer comparaciones entre hermanos, dado que en toda comparación siempre alguno de ellos saldrá perdiendo. Los niños deben aprender a mejorar sus dificultades teniendo como motivación superarse a sí mismos y no midiéndose con alguien más.

-No culpabilizarlos ante errores o conductas inadecuadas. Corregirlos haciéndoles saber cuáles son las conductas que esperamos de ellos.

-No ridiculizarlos jamás, menos aún delante de extraños.

-Felicitarlos verbalmente cuando hacen las cosas bien, valorando el esfuerzo por encima del logro.

-Asignarles pequeñas, tareas o responsabilidades en casa, que supongan para ellos un cierto reto que los haga sentirse satisfechos consigo mismos al conquistar trocitos de autonomía.

-No exigirles cosas que aún no estén capacitados para hacer.

-Frente a nuevos aprendizajes, ofrecerles la ayuda necesaria e ir disminuyendo la misma para favorecer la autonomía del niño.

-Permitirles que vayan haciendo pequeñas elecciones en el día a día entre dos o tres opciones determinadas por vosotros (elegir que camiseta me pongo hoy, que quiero de postre, etc.).

-Enseñarles a no temer o tener vergüenza de pedir ayudar cuando la necesiten.

-No desestimar sus opiniones o ideas sin más. Escucharlos y explicarles según sea el caso si se puede o no hacer lo que piden. Se trata de que los niños perciban que su opinión también se tiene en cuenta aunque al final se haga lo que decidan los adultos.

-Contestar a sus preguntas, adecuando la profundidad y el detalle de la respuesta a la edad y capacidad de comprensión del niño.

-Jugar y realizar actividades con ellos y aprovechar las experiencias positivas que se deriven del mismo para potenciar la confianza de nuestros niños en sus capacidades/habilidades.

-Fomentar sus intereses y habilidades.

-Fomentar el contacto y las relaciones positivas con otros miembros de la familia.

-Acariciarlos, abrazarlos, besarlos, decirles que los queremos. La próximidad física es fundamental para afianzar el vínculo afectivo y crear seres humanos sensibles que disfruten relacionándose con los demás.


No debemos olvidar que la manera más directa de educar a nuestros hijos es a través del ejemplo, por tanto nuestro discurso debe procurar ir al compás de nuestros actos. Si intentamos enseñarles a ser positivos, a intentar mejorar pero sin sucumbir a la autoexigencia, a disfrutar de las experiencias más allá de los resultados, deberíamos plantearnos intentar vivir nosotros también de la misma manera...su autoestima -y la nuestra- nos lo agradecerán!



El Cazo de Lorenzo

Os presento a Lorenzo, un niño con muchas cualidades y también unas cuantas peculiaridades. 

El cazo de Lorenzo, de Isabelle Carrier, nos enseñará a ver más allá de las diferencias, a aprender que siempre hay capacidades por potenciar detrás de las dificultades, a no temer a lo desconocido y ser capaces de acercanos y enriquecernos con la experiencia de estar al lado de alguien que simplemente aprende y se expresa de una forma diferente.

La preciosa historia de Lorenzo es una estupenda forma de hablar con los niños de las diferencias, de ayudarlos a aceptar sus particularidades y también las de los demás y hacerles saber que nuestras diferencias no nos hace mejores ni peores, nos hace simplemente ser quienes somos.





El monstruo de colores

 
Los cuentos son una forma ideal de iniciar a nuestros niños en la identificación de las emociones. Ayudarlos a conocer y reconocer tanto sus propias emociones como las de los demás es de gran importancia para su desarrollo, ya que de esta manera también aprenderán a gestionar las mismas y podrán responder de forma empática ante las situaciones que experimentan los otros

Este cuento de Annallenas, no sólo es bellísimo visualmente sino que explica de forma muy clara y sencilla cuáles son las emociones básicas que experimentamos las personas y  cómo nos hacen sentir. Aquí os dejo la historia traducida al castellano y una pequeña muestra de las preciosas ilustraciones...os recomiendo que lo compréis!
 
 
Este es el monstruo de colores. 
Hoy se ha levantado extraño,
confuso, agobiado... 
En verdad, no sabe qué es lo que le pasa. 
 
¿Ya te has vuelto a liar? 
No aprenderás nunca... 
Te has hecho un revoltillo de emociones, y todas mezcladas no funcionan bien.  
Tendrías que separarlas y ordenarlas cada una dentro de un bote.   
Si quieres, te ayudo a poner orden. 
 
  
La alegría es contagiosa. 
Brilla como el sol, destella como las estrellas. 
Cuando estás alegre ríes, bailas, juegas...y quieres compartir la alegría con los demás. 
 
    
La tristeza siempre hace que eches de menos alguna cosa. 
Es suave como el mar, dulce como los días de lluvia. 
Cuando estás triste te aíslas, quieres estar solo....y no tienes ganas de hacer nada. 
   
La rabia es intensa  y feroz como el fuego...que quema fuerte y cuesta de apagar. 
Cuando estás enfadado sientes que se ha cometido una injusticia y quieres descargar la rabia con los demás. 
 
  
El miedo es cobarde. 
Se esconde y huye como un ladrón en la oscuridad. 
Cuando tienes miedo te sientes pequeño y poca cosa...y crees que no conseguirás hacer lo que se te pide. 
  
 
La calma es tranquila como los árboles, ligera como una hoja al viento. 
Cuando estás en calma respiras despacio y profundamente. Te sientes en paz.  
 
  
Estás son tus emociones. 
Cada una tiene un color diferente...y, ordenadas, funcionan mejor. 
¿Ves que bien? 
Ya están cada una en su sitio. 
Amarillo: alegría 
Azul: tristeza 
Rojo: rabia 
Negro: miedo 
Verde: calma 
 
   
Y ahora...¿se puede saber qué te pasa?
 
 

Annallenas (2012). El monstre dels colors. Barcelona: Editorial Flamboyant