La importancia del vínculo afectivo en la infancia

La personalidad se va formando a partir de la combinación entre las características innatas del niño (sociabilidad, sensibilidad, capacidad de adaptación, etc.) y las vivencias y aprendizajes que adquiere del entorno sociofamiliar que lo rodea. En este sentido, la vinculación emocional durante la primera infancia del niño con sus padres o cuidadores, resulta de vital importancia para favorecer un adecuado desarrollo emocional y social del mismo.

La Teoría del Apego propuesta por John Bowlby afirma que el niño tiene la tendencia natural a buscar la cercanía de la figura referente (la madre en la mayoría de casos) y se siente seguro cuando esa persona está presente y se muestra sensible a responder a sus necesidades tanto físicas como emocionales. Del mismo modo, Bowlby sugiere que la privación de dicha figura de apego puede causar depresión en la niñez e incluso cierta hostilidad e incapacidad para establecer relaciones sociales saludables en la adultez.

Bowlby afirma que el niño desarrollará un Apego Seguro siempre que la cercanía física y emocional de la figura referente le haga sentirse atendido, protegido y seguro, de modo que frente a extraños o situaciones desconocidas el niño buscará siempre su cercanía corporal para sentirse resguardado. En cambio, cuando los padres o cuidadores atienden con poca frecuencia las demandas del niño o se muestran poco afectivos o distantes, el niño desarrollará un Apego Inseguro Evasivo, de modo que éste frente a situaciones extrañas no buscará la figura referente y se mostrará aparentemente imperturbable (aunque los estudios revelan que en la mayoría de casos sufren estrés interno). En caso de que la figura referente se comporte de manera inconstante, acudiendo algunas veces a sus llamadas e ignorando otras, el niño desarrollará un Apego Inseguro Ansioso o Ambivalente, de modo que el niño acabará comportándose también de forma contradictoria, llamando a la madre cuando no está y rechazándola cuando regresa.

A su vez, Karl Heinz Brisch afirma que existen también otras conductas que corresponden a los llamados trastorno del apego y que suelen encontrarse en niños que han sufrido desde edades muy tempranas abandono físico y/o emocional, malos tratos o negligencia por parte de sus cuidadores y que debido a la falta de una vinculación emocional saludable con la figura de referencia carecen de la seguridad necesaria para desarrollarse e interactuar con el medio que lo rodea de manera normalizada. Asimismo, incluso cuando el vínculo emocional existe, pero el niño ha experimentado cambios significativos o situaciones traumáticas que puedan haberlo hecho desarrollar una cierta ansiedad frente a la separación de la figura de apego, nos podemos encontrar conductas de apego excesivo que también pueden dificultar el desarrollo del mismo.

La exhaustiva clasificación de Karl Heinz Brisch sobre los tipos de trastornos del apego que suelen desarrollarse en la primera infancia nos ayuda a comprender las diferentes manifestaciones conductuales que podemos observar en los niños respecto a la relación con sus cuidadores. Heinz Brisch habla de 8 tipos de trastornos del apego:

1.Ausencia de conducta de apego: son niños que al carecer de un vínculo con la figura de referencia se muestran impasibles frente a extraños o situaciones peligrosas o amenazantes. Suele tratarse de niños que han sufrido abandono y han pasado por diversos cambios de tutores o centros de acogida siendo aún bebés.

2.Conducta de apego indiferenciado: son niños que se muestran igual de abiertos y confiados frente a la madre o cuidador que frente a un extraño. En este caso, también se suele trata de niños de acogida o abandonados.

3.Conducta de apego exagerada: se trata de niños que sólo se muestran relajados y confiados en presencia de su figura de referencia y por tanto, reaccionan con verdadero pánico frente a la separación.

4.Conducta de apego inhibida: son niños desmedidamente dóciles y obedientes, que suelen responder a las demandas del adulto de forma inmediata y con llamativo conformismo. La vinculación emocional entre el niño y su cuidador es pobre o escasa. Suele tratarse de niños que han sufrido malos tratos o que conviven en un hogar donde existe violencia.

5.Conducta de apego agresiva: se trata de niños que expresan su necesidad de atención y cercanía a través de la agresión verbal y corporal.

6.Conducta de apego con inversión de roles: son niños que se comportan con desmedida preocupación por sus figuras de referencia, se angustian frente a la separación y temen perderles.

7.Conducta de apego con adicción: se da cuando los deseos de atención y cercanía del lactante se han respondido con alimento y no con afecto, de manera que el niño establece una asociación entre atención y comida que lo hace “adicto” a ésta.

8.Conducta de apego con síntomas psicosomáticos: son niños que expresan con síntomas físicos (trastornos del sueño o de la alimentación, enuresis o encopresis, etc.) las alteraciones de su sistema de apego. Suele tratarse de niños que sufren abandono o negligencia afectiva.

Tanto la ansiedad frente a la separación de las figuras referentes como la desvinculación afectiva generalizada en el niño le dificultan experimentar con las personas y cosas de su entorno. De esta manera, podemos encontrar dificultades para adaptarse a nuevas situaciones (ir a la guardería, cambiar de clase o de maestra, probar nuevos alimentos, manipular objetos desconocidos, etc.) y establecer relaciones con los iguales(introversión, pasividad, inseguridad a la hora de iniciar una conversación o hacer amigos, etc.).

Los estudios revelan que si en el transcurso de su vida el niño no recibe el afecto y la atención por parte de otras personas que compensen dichas carencias afectivas le resultará difícil establecer relaciones interpersonales satisfactorias y duraderas en su vida adulta, dado que la confianza, la seguridad en uno mismo, el respeto a los demás y la percepción positiva de las relaciones interpersonales se van adquiriendo desde edades muy tempranas y a partir de la seguridad afectiva que proporciona la madre o cuidador principal. Por suerte, la interacción con otros sistemas como la guardería, la escuela, el grupo de amigos, etc. en muchos casos equilibran las privaciones afectivas en el hogar con experiencias positivas que permiten al niño adquirir la confianza necesaria para desarrollar sus competencias y desenvolverse de manera más positiva con las personas que lo rodean.

Finalmente, es importante no confundir el apego seguro con la sobreprotección puesto que es tan importante atender las demandas físicas y emocionales del niño de manera adecuada como incentivar constantemente su autonomía (animándolo a explorar, enseñándole a hacer las cosas por sí mismo, ayudándolo a expresar sus demandas y emociones, etc.).


Referencias:
Bowlby, J. (1998). El apego y la pérdida. Barcelona: Paidós.
Gaschler, Katja. "El Peso del Apego temprano" Mente y Cerebro. Nº60, (Mayo-Junio 2013).