¿Cómo sobrevivir a la Adolescencia?

Es bien sabido que la adolescencia es un tiempo de cambios, tanto a nivel físico como emocional. Las transformaciones que experimenta el adolescente le generan una sensación de gran inestabilidad debido a la incertidumbre que supone enfrentarse a algo nuevo y desconocido.

Pero el miedo y las inseguridades no son patrimonio del joven en proceso de cambio, los padres también suelen verse perdidos frente a la necesidad imperiosa de reformular los códigos que hasta ahora regían el funcionamiento del núcleo familiar. Además, la adolescencia de los hijos suele coincidir con una etapa de evaluación personal de los padres que los hace especialmente vulnerables y, algunas veces, hasta resistentes a los cambios, puesto que quizás se empiecen a cuestionar ciertos aspectos de su vida (situación matrimonial, realización personal, satisfacción laboral, cuidado de los mayores de la familia, etc). Todo ello requiere de los padres un ejercicio de flexibilidad, que consistirá básicamente en aprender a adaptarse a las nuevas circunstancias que se les presenten y a acompañar a sus hijos durante su propio proceso de cambio.
A continuación detallaremos algunas de los cambios más característicos de la adolescencia y daremos algunas recomendaciones para afrontarlos de forma positiva y saludable.

Los adolescentes necesitan definir su personalidad, y muchas veces lo hacen a través de la oposición a las figuras referentes. Por tanto, mostrar cierta rebeldía durante esta etapa es completamente normal. Debemos permitirles explorar y formar sus propios criterios, en este caso la imposición jamás será el camino. Debemos confiar en que los valores que les hemos transmitido desde pequeños los ayudarán a discernir correctamente lo apropiado de lo indebido.

La adolescencia es un tiempo de gran confusión, a los jóvenes no sólo les cuesta asimilar los cambios en su cuerpo sino que tampoco entienden del todo las emociones que empiezan a experimentar. Debemos ofrecerles la posibilidad de hablar de aquello que los atemoriza o preocupa, sabiendo escucharlos sin juzgarlos o menospreciando lo que los atormenta, aprendiendo a preguntar sin insistencia y a aconsejar en vez de imponer.

No obstante, los adolescentes siguen necesitando un orden, unas pautas, una cierta disciplina. Se debaten entre una búsqueda incansable de independencia y simultáneamente una enorme necesidad de sentirse guiados, comprendidos, aprobados. Debemos enseñarles a ganarse poco a poco pequeñas parcelas de independencia asumiendo las responsabilidades que implica irse haciendo mayor.

No cabe duda que durante la adolescencia las emociones se viven con gran intensidad, y dado que el grupo de amigos es uno de los referentes más importantes casi todo lo que pase relacionado con el mismo es fuente de grandes altibajos emocionales. Si sabemos crear un clima de confianza, podemos ayudarlos a conectar lo que siente con el contexto en donde dichas emociones aparecen, de esta forma podrán entender mejor lo que les pasa, aprenderán a actuar en consecuencia valorando que alternativa es la mejor para responder a dicha situación y no guiándose simplemente por sus impulsos inmediatos.

Los adolescentes interpretan los tiempos de forma subjetiva, por tanto frente a las demandas que se les hacen o las obligaciones que deben cumplir asumen que tienen «todo el tiempo del mundo» para hacerlo, de manera que no dudan en postergarlo «para después». En cambio, cuando son ellos quienes tienen una necesidad viven la espera como una postergación eterna, lo quieren todo «ya». Debemos ayudarlos fijando tiempos límite que deben respetar a la hora de cumplir con sus obligaciones y hacerlos conscientes de los beneficios que obtienen cuando son capaces de organizarse bien o de las dificultades o malos resultados que se encuentran cuando no lo son, favoreciendo así que ellos mismos se vayan auto-regulando a partir de sus propias experiencias.
Finalmente, durante la adolescencia es habitual que los jóvenes pasen largos espacios de tiempo refugiados en sí mismos. También suelen experimentar sensación de aburrimiento o incluso apatía, todo ello producto de la situación de incertidumbre que están viviendo y que muchas veces los lleva a no saber qué hacer o tener deseos o emociones contradictorias. Debemos aprender a respetar ciertos espacios y tiempos “sagrados” para ellos, renunciando a la necesidad de querer saberlo todo y tener todo bajo control. Una vez más, es importante confiar y aprender a elegir las “batallas” que vale la pena librar.

Cierto es que para un padre/madre es difícil ver que su pequeño/a deja de serlo para convertirse en un ser diferente, con gustos e ideas propias y, en numerosas ocasiones, incluso contradictorias a las paternas. Aceptar que dejamos de ser los ídolos de nuestros hijos es parte del proceso de aprender a reconocer que somos seres falibles. No debemos temer admitir un error, no sólo es educativo para nuestros hijos sino que sin duda puede servirnos para conectar más con ellos. Y tampoco debemos temer perder nuestra autoridad aceptando negociar con ellos en caso de conflicto, es decir, establecer un pacto para llegar a un acuerdo que satisfaga ambas partes, puesto que no hay mejor manera de enseñarles a asumir una responsabilidad, a comprometerse y a esforzarse por conseguir lo que quieren.
La adolescencia supone un reto para los padres en lo que respecta a la crianza y educación de los hijos, sin embargo, si se asume de forma natural, con paciencia y amor, fortalece los lazos afectivos entre padres e hijos de por vida.