Caballos y jinetes. Perfiles psicológicos en las relaciones de pareja.

El psicólogo Rafael Romero nos presenta de forma entretenida y didáctica los seis perfiles psicológicos  más habituales en las relaciones de parejaA través de una ingeniosa categorización basada en tipos de caballos, y echando mano del sentido del humor, nos ayuda a comprender el funcionamiento de muchas parejas. 


Lo interesante de la categorización de Romero es que basa el análisis en el "yo" y no en el individuo elegido como compañero. De esta manera, será a partir del autoconocimiento que llegaremos a entender qué es lo que falla en mi manera de relacionarme sentimentalmente, cómo suelo elegir a mis parejas, qué es lo que me hace permanecer al lado de alguien que no me hace feliz y qué puedo cambiar para poder serlo.

Romero parte de la base de que todos tenemos potencial para ser caballos purasangre, capaces de sentirnos completos y realizados sin la compañía del otro pero sabiendo disfrutar de la misma y apreciándola cuando la tenemos. Sin embargo, debido al miedo, a aprendizajes disfuncionales adquiridos, a rasgos propios de la personalidad y a la elección equivocada del "jinete" en cuestión, podemos estancarnos en relaciones de pareja poco satisfactorias y, hasta en ocasiones, destructivas.

Pregúntate: ¿Qué tipo de caballo eres? ¿Qué tipo de jinete tienes al lado? ¿Qué te hace falta para ser un purasangre? 

El caballo Temeroso es aquel que necesita contar con la seguridad de una cuadra para dormir y un espacio acotado para correr. El hecho de poseer estos límites le permite saber de antemano a que se va a enfrentar, el problema es que es cuestión de tiempo que el aburrimiento acabe llamando a sus espuelas. Su jinete le trata bien, pero desde luego no le exprime sus cualidades de purasangre. No está especialmente a gusto con su vida, ni a disgusto, se deja llevar por el paso de los días, inmerso en sus rutinas, soñando con vastas lomas verdes donde poder correr hasta el infinito, cabalgado por un jinete con el que se sintiera un solo ser y con quien tuviera tal confianza que pudiera galopar días enteros. Esos son sus sueños, porque en su realidad los miedos a la incertidumbre lo paralizan, no sintiéndose con la fuerza suficiente para cambiar de jinete o instar a éste a que también se esfuerce por salir de la acomodada rutina.
El caballo Dependiente se quiere mucho menos que el temeroso, y además de compartir la necesidad de unos límites físicos que acoten su territorio, piensa que sin jinete no podría correr ni cien metros por las peligrosas llanuras. Ellos no sueñan con cabalgar por inhóspitos paisajes, lo que ellos piden es la certeza de que su jinete nunca se cansará de ellos, abandonándoles a su suerte. Su vida se convierte en un esfuerzo frenético por agradar al jinete, yendo al ritmo que él marque, sin rechistar, no vaya a molestarle. Se conocen casos de jinetes que han llegado a maltratarles, a humillarles y avergonzarles diciéndoles lo torpes que eran. Desgraciadamente, su miedo a la soledad y su dependencia hacen que nunca corran solos, no dándose cuenta de que son purasangre que no necesitan jinetes para cabalgar y mucho menos que les traten como animales estúpidos.
El caballo National Geographic es una raza que desciende de los primeros ejemplares que llevó Colón a América. Estos caballos quieren tener un jinete que los monte y una parcela donde correr cuando lo necesiten, pero no aceptan con el mismo agrado el compromiso que requiere cuidar de la parcela y de su jinete. Les gusta la seguridad de lo conocido, pero les atrae más la llamada de lo desconocido. Son una especie un poco híbrida. Quieren tener un lugar y un jinete disponible para cuando se sientan solos, pero no quieren comprometerse con nada que les imposibilite conocer otros jinetes y espacios. Son caballos que viven sus vidas con mucha intensidad, pero al mismo mismo sufren mucha ansiedad, culpa y rabia. Suelen cambiar de jinete varias veces a lo largo del tiempo y a menudo se pierden sin saber realmente hacia donde quieren dirigirse, dañando con su duda a ellos y a quienes le conocen.
El caballo Eremita evita a toda costa compromiso. No se sabe si tuvo alguna experiencia en el pasado con un jinete maltratador o si desde pequeño fue educado para no ser montado por nadie, el caso es que es más esquivo que los osos, alejado de los asentamientos humanos y de toda barrera que pueda limitar su libertad de movimientos. La diferencia es que mientras los osos son una especie solitaria, los caballos son animales sociables, por lo que esa búsqueda desesperada de soledad va contra su propia naturaleza. Se cree que es en la vejez donde se arrepienten de haber vivido tan aisladamente. 
El caballo Desbocado es imposible de domar, lo que no sería un problema de no ser porque se muestran como dóciles animales para que los jinetes no les rehuyan. Suelen esperar a que el jinete les haya cogido cariño para mostrar todo su mal humor y tirarle una y otra vez al suelo. Llegados a este punto pueden dar con dos tipos de jinetes: los que tienen las mismas malas pulgas que el caballo, produciéndose una encarnizada lucha de poder en la que sólo puede haber un ganador y un perdedor, un dominante y un dominado, aunque en algunos casos ninguno de los dos pierde su posición, enzarzándose en espectaculares luchas entre el animal y el jinete hasta que los dos se separan, previa ruptura de casi todos sus huesos. La otra opción es que el jinete ceda sin lucha previa, tiranizado por los caprichos de su caballo.
El caballo Purasangre tiene un porte espectacular, una musculatura que le garantiza correr días enteros sin descanso, y una inteligencia que le permite viajar sin la guía de ningún jinete. Al mismo tiempo es consciente del placer que supone cabalgar con un jinete que esté a la altura de las circunstancias, al que también le guste arriesgar sin por ello renunciar a la estabilidad de un hogar. Desde luego no está dispuesto a permitir que ningún jinete la maltrate, al igual que si descubre que el jinete no está a la altura de lo esperado se agachará para que se puede bajar, nunca le tirará de malas maneras. Sabe que no necesita ningún jinete y que la soledad no es horrible, pero también sabe que un paisaje, cuando lo compartes con alguien, tiene un color distinto. Estos caballos conocen la importancia de cuidar de sus jinetes, de escucharles, de hacerles el paseo lo más agradable posible y aceptan que jinete y caballo son dos purasangres que necesitarán discutir en más de una ocasión para decidir qué camino tomar. 
Extracto de Romero, Rafael (2013). Un día de Terapia. Radiografía de las emociones. Bilbao: Editorial Desclée de Brouwer.