La Indefensión Aprendida (IA) es una creencia aprendida que nos hace pensar
que nuestros actos no tendrán ninguna influencia sobre las situaciones que
experimentamos, de modo que estamos supeditados a las circunstancias que se nos
presenten sin posibilidad alguna de cambiarlas. Esta creencia errónea limita
nuestra conducta y afecta significativamente nuestro estado de ánimo.
El psicólogo Martin Seligman estableció esta teoría a partir del estudio
del comportamiento animal, con la intención de explicar que impide a algunas personas
reaccionar frente a determinadas situaciones, especialmente aquellas que son
difíciles o dolorosas.
Seligman realizó experimentos con dos perros en una
jaula, a los que se les daba choques eléctricos. Uno tenía la posibilidad de
cortar la corriente con un golpe de hocico pero el otro no. El primero se
mantuvo la alerta con energía, mientras que el otro, se mostró nervioso,
asustado e inclusive con síntomas de depresión. Cuando cambiaron las
condiciones y ya tenía la posibilidad de cortar la corriente no lo hizo, había
aprendido que “no podía hacer nada para cambiar la situación”, su actitud era
de total desesperanza e indefensión.
De igual manera, se considera que una persona presenta IA cuando ha
aprendido a comportarse pasivamente, negándose a responder o a intentar cambiar
a su favor las circunstancias adversas que se le presentan. Este aprendizaje es
producto de experiencias en las que el individuo ha percibido la sensación de
una total ausencia de control sobre el resultado de las situaciones.
La IA genera tres efectos nocivos en las personas:
-Déficit motivacional para emitir nuevas respuestas.
-Déficit cognitivo para aprender que las respuestas controlan los
resultados.
-Alteraciones emocionales basadas en el miedo y la depresión.
La persona que presenta IA se encontrará frustrado, impotente,
desesperanzado, con baja autoestima y poca seguridad en sí mismo pensando que
no hay opción alguna de éxito o vía de escape posible. La resignación es la
emoción que apacigua el malestar pero no evita la sensación de insatisfacción o
infelicidad.
Son muchas las situaciones que pueden provocar este fenómeno psicológico en
una persona: cualquier tipo de maltrato persistente ya sea físico o verbal, el
acoso escolar o bullying, el acoso laboral o mobbing, constantes experiencias
de fracaso, etc.
Ahora bien, ¿qué se puede hacer para enfrentar este sentimiento de indefensión y conseguir superarlo?
El individuo ha aprendido a responder de forma pasiva, sintiéndose
invalidado, anulado, incapaz. Debemos por tanto reestructurar la forma de ver
las cosas: ampliando la perspectiva, centrando la atención en las experiencias positivas
y de éxito que seguro existen en otras áreas diferentes a la afectada,
fortaleciendo la autoestima, aprendiendo a buscar alternativas de solución a los problemas o dificultades y estando dispuestos a ponerlas a prueba sin dejarnos llevar por el desánimo si éstas no
funcionan a la primera.
El siguiente vídeo muestra cómo se puede llegar a inducir un sentimiento de indefensión a partir de experiencias sucesivas de fracaso que al individuo le resultan incomprensibles y en las que se encuentra totalmente impotente.
Indefensión Aprendida
Una profesora es capaz de inducir indefensión aprendida a un grupo de alumnos en sólo cinco minutos.