La
depresión es un trastorno del estado de ánimo que implica
decaimiento, apatía y tristeza significativos que acaban
repercutiendo en las diferentes áreas de la vida del individuo
llegando a ser incapacitante para el mismo, dado que comporta un
deterioro del funcionamiento habitual a nivel social, laboral y personal.
A
la hora de diagnosticar una depresión es importante descartar
episodios de tristeza pasajera o trastornos de adaptación derivados
de cambios o pérdidas importantes que requieren de cierto tiempo
para ser procesados y asimilados por la persona.
Una
depresión puede generarse a partir de factores tanto genéticos, como fisiológicos o ambientales. De esta manera, en cuanto a la
predisposición genética, las investigaciones afirman que la
presencia de antecedentes de depresión en familiares directos
(padres y hermanos) incrementa en un 25-30% la probabilidad de sufrir
depresión. Por otro lado, en lo que respecta a los factores
fisiológicos la aparición y mantenimiento de la depresión se
asocia a un déficit de Serotonina a nivel neuronal. Finalmente, a
nivel ambiental, el estrés, la ansiedad, la falta de recursos
personales que faciliten la resolución de conflictos, la baja
autoestima, la falta de red social, el consumo de drogas, entre
otros; pueden potenciar la aparición y cronificación de la
depresión.
Además,
los estudios de prevalencia
indican que la edad y el sexo también influyen, siendo por un lado
mayor el porcentaje de casos entre las edades comprendidas entre los
35-45 años y existiendo una mayor incidencia en mujeres que en
hombres.
Los
síntomas que suelen acompañar una depresión son los siguientes:
- Ánimo depresivo (la mayor parte del día, casi todos los días).
- Anhedonia o falta de interés y disfrute en las actividades del día a día.
- Alteraciones del sueño (insomnio o hipersomnia).
- Cambios significativos de apetito y peso.
- Pérdida de energía.
- Aumento o descenso en la actividad motora (mayor agitación o enlentecimiento).
- Pérdida de concentración.
- Sentimiento de culpa o inutilidad.
- Ideación suicida.
Dependiendo
de número de síntomas, la intensidad y duración de los mismos la
depresión puede clasificarse en Depresión Mayor, Depresión Menor y
Distimia.
Hablamos
de Depresión Mayor cuando la sintomatología está presente durante
2 o más semanas y el individuo presenta 5 o más síntomas
depresivos. En cambio, se establece que existe una Depresión Menor
cuando el individuo presenta sólo entre 2 y 4 síntomas depresivos
durante 2 o más semanas. Finalmente, se diagnostica Distimia cuando
el individuo presenta entre 3 y 4 síntomas durante 2 o más años,
es decir cuando la sintomatología depresiva se cronifica en el
tiempo aunque presentándose con una menor intensidad y causando
menor incapacidad en la vida del individuo.
Según
las características particulares de cada caso se establecerá el tipo de tratamiento más adecuado. No obstante, salvo en los casos de
depresiones leves donde se recomienda prescindir de los fármacos, se
ha comprobado que el tratamiento más eficaz suele ser la
intervención combinada de terapia farmacológica con apoyo
psicológico. De esta manera, por un lado los antidepresivos cumplen
la función de inhibidores de la recaptación de Serotonina, así a
nivel fisiológico el sujeto contará con los niveles necesarios
de dicho neurotransmisor para reducir la afectación a nivel anímico,
de apetito, de sueño y reducir la agresividad. Mientras
que por el otro, con la terapia psicológica el individuo aprenderá
a identificar los pensamientos y situaciones que potencian en él la
aparición de estados de ánimos depresivos y obtendrá recursos para
enfrentarse a ellos de forma más saludable y adaptativa. El objetivo
será, por lo tanto, que el individuo recupere el control cognitivo,
emocional, motivacional y fisiológico de sí mismo, de manera que sea capaz de
reestablecer, tanto como sea posible, su rutina de forma normalizada.
Ahora bien, ¿qué hacer para combatir la depresión?
- Será importante aprender a cambiar los pensamientos catastróficos por pensamientos más realistas basados en la experiencia.
- Intentar seguir una rutina diaria, por pesado que nos resulte e innecesario que nos parezca.
- No perder el vínculo con las personas de nuestro entorno, no caer en el aislamiento.
- Buscar alguna actividad agradable y procurar dedicarle un tiempo cada día.
- Realizar ejercicio físico.
- Buscar ayuda especializada para identificar las situaciones que menguan nuestro estado anímico y aprender a manejarlas evitando que lleguen a alterar nuestra estabilidad emocional.
El siguiente vídeo muestra de forma muy didáctica cómo la depresión puede llegar a contaminar todas las áreas de nuestra vida y qué podemos hacer para empezar a recuperarla.
The Black Dog - World Health Organization
Si
crees que tú mismo o alguien cercano a ti presenta un perfil similar
al aquí descrito, no dudes en consultar con un profesional. Una
evaluación individualizada permitirá establecer la intervención
más apropiada para iniciar el proceso de recuperación.